En la tarde del primero de Abril, víspera de Ramos se celebró el acostumbrado concierto de la agrupación que dirige Andreu Soler con su maestría habitual.
Comenzó con el Stabat Mater del húngaro Zoltan Kodály, que nos hizo inclinar la cabeza, para seguir con el Panis Angelicum de Cesar Franck en donde se pudo apreciar una buena separación de los distintos plano sonoros. A continuación apareció por sus fueros la cuerda grave de Bruckner en su Locus Isle.
Con enorme contraste parecía un coro de angeles -es manida la frase, pero es que así era- el Ubi caritas est, del jovencísimo noruego Ola Gjeilo.
La siguiente pieza, que es de bravura, ciertamente consigue la sinestesia entre el sonido y la vista, porque la música te hace ver la aurora boreal. Northem lights, mostrando los meandros que hacen esas luces y como se pierden en lontananza con un final sedoso…
El Gloria de Carole Stephenson tenía unos diminuendos encantadores.
En este punto se incorporó el cuarteto de cuerda, Francisco, Paqui, Raquel y Sergi, cuyos dos violines, viola y violoncelo sirvieron de apoyo a Juan Sebastian Bach, cuyoJesus Bleibet Meine Freunde fue cantado con mucho cuerpo, asumiendo la reciedumbre del Kantor de la iglesia de Santo Tomás de Leipzig.
Un poco distinta fue la cosa con Mozart, porque si ciertamente con su Ave Verum nos reconfortaron el espíritu, las partes del Requiem necesitaban más orquesta. Esta obra maestra es una perfecta simbiosis de coro y orquesta. En el Confutatis y Lacrimosa el coro mostró buena trabación entre los distintos tipos de voces.
Muy buen concierto. Y lo mejor es que la presidenta nos ayudó a recaudar para Cáritas parroquial los donativos de los asistentes.